Recientemente se ha descubierto que los anticuerpos contra la proteína citrulinada (ACPA) están presentes en el 50% de los pacientes con artritis reumatoide temprana (AR). Los ensayos para detectar los ACPA han demostrado tener muy buenas características diagnósticas y predictivas, y pueden facilitar la identificación de los pacientes con artritis temprana que necesitan un tratamiento agresivo. Además de sus propiedades diagnósticas y predictivas, los ACPA también han aportado nuevos conocimientos sobre la fisiopatología de la AR. La asociación específica de determinados factores de riesgo genéticos y ambientales con la AR ACPA-positiva, pero no con la AR ACPA-negativa, ha dado lugar a nuevos conceptos sobre los mecanismos patogenéticos subyacentes. El hecho de que los pacientes con ACPA positivo presenten una evolución más grave de la enfermedad, con una mayor destrucción articular, también ha alimentado la hipótesis de que los propios ACPA pueden ser patógenos. Aunque hasta el momento no hay pruebas directas de esta intrigante teoría, está claro que los ACPA permiten clasificar a los pacientes con AR en dos subconjuntos diferentes de la enfermedad que se asocian con mecanismos fisiopatológicos y resultados clínicos distintos. La artritis reumatoide (AR) es una artritis crónica, potencialmente destructiva, que tiene un gran impacto en la calidad de vida de los pacientes(1). Ha quedado claro que, para poder evitar la progresión de la enfermedad y la destrucción de las articulaciones, la AR debe diagnosticarse de forma precoz, lo que requiere marcadores de diagnóstico que puedan predecir de forma fiable el desarrollo y la progresión de la enfermedad(2). Algunos de los marcadores diagnósticos más atractivos son los autoanticuerpos. Desde hace tiempo se sabe que el factor reumatoide (FR) es un marcador del desarrollo futuro de la AR(3), pero más recientemente ha surgido un mejor marcador diagnóstico y predictivo en forma de anticuerpos contra la proteína citrulinada (ACPA).