Hay dos tipos de momentos en nuestra vida. Los primeros son aquellos en los que experimentamos emociones positivas como el amor, la alegría, la ecuanimidad, la gratitud o la paz. En segundo lugar están los que nos crean pozos en el estómago: los momentos en los que estamos sufriendo, sintiendo miedo, ira, ansiedad, malestar o vergüenza.
Las emociones que vemos como negativas tienen su lugar, sin embargo. Hay ocasiones en las que la ira, por ejemplo, se convierte en el motivador de una acción decidida y del crecimiento personal. El miedo puede ser bueno para aumentar nuestra adrenalina durante situaciones peligrosas en las que necesitamos agudizar los sentidos y aumentar la capacidad física. También creo que la tristeza puede ser una experiencia rica y positiva cuando se llora la pérdida de un amigo o un ser querido. Como dicen, es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca.
La culpa es otra de esas emociones que no se sienten tan bien. Se desencadena al reconocer que hicimos algo mal, algo que cambiaríamos si pudiéramos. La culpa puede ser positiva, sin embargo, si informa a nuestro futuro, motivándonos a ajustarnos para ser mejores y más considerados en el futuro.
Como padre, estoy constantemente cometiendo errores de los que me siento culpable. Sin embargo, la clave para mí es aprender de ellos y no conformarme con sentirme un mal padre. Ahí es cuando empieza el verdadero sufrimiento.
La culpa se vuelve destructiva cuando se convierte en vergüenza. La culpa es sentirse mal por una acción que has realizado, mientras que la vergüenza es sentirse mal contigo mismo. Gestionar eficazmente la culpa y evitar que se convierta en vergüenza es fundamental.
Aquí tienes 2 estrategias prácticas y 3 enfoques poco ortodoxos para dejar de sentirte culpable:
1-Mantener una visión positiva de uno mismo centrándose en la acción
Lo he mencionado antes, pero merece la pena repetirlo para enfatizarlo: La primera mentalidad para manejar la culpa es el reconocimiento de que aquello por lo que te sientes culpable es una acción que has realizado. Es perfectamente normal e incluso saludable sentirse culpable, siempre y cuando nunca lo conectes con tu propio carácter. Este es el comienzo de la vergüenza, y el camino hacia la tremenda culpa que muchas personas sienten durante años después de que la acción culpable original tuviera lugar.
2-Asegurar la culpa corrigiendo siempre el error
He leído más libros de crianza de los que puedo contar, y una de mis tareas más difíciles como padre es tratar de inculcar valores en mis hijos a través de la disciplina. Un gran consejo que he aprendido es hacer siempre que el niño «corrija el error». Si dicen algo irrespetuoso, haz que escriban una nota de disculpa. Si no entregan los deberes, asegúrate de que los hagan aunque sea demasiado tarde para que les den crédito en clase. Esto les ayudará a entender el proceso de eliminación de la culpa al abordar la acción que condujo a los sentimientos negativos.
Para emplear esto usted mismo, el primer y más obvio paso es definir la acción que llevará a cabo para corregir el mal. Es vital que conectes emocionalmente esa acción con el momento en que liberarás el sentimiento de culpa. En pocas palabras, descubre lo correcto, hazlo, reconócelo y sigue adelante.
3-Inicia la curación siendo vulnerable
Brené Brown dijo una vez: «Cuando somos vulnerables, somos poderosos». Hay algo muy poderoso en el hecho de exponernos. Cuando lo hacemos, nuestros sentidos se agudizan, hablamos desde el corazón y las personas de nuestra vida escuchan lo que tenemos que decir. El acto de admitir que uno se equivoca y pedir disculpas puede ser terapéutico, incluso catártico. Es una gran manera de poner fin a la culpa, incluso si la otra parte puede seguir guardando resentimiento hacia ti.
Sabes que te sientes mejor después de llorar? Lo mismo ocurre después de permitirte ser vulnerable. Puede que tus palabras no sean perfectas y que la otra parte no las acepte del todo, pero el proceso de aprovechar tus emociones es profundamente limpiador.
Cuando te disculpas o te reconcilias con alguien a quien has hecho daño, tienes que darle todo de ti. La única manera de hacerlo es ponerse un poco incómodo y dejarse llevar. No guiones la disculpa ni pienses demasiado en ella, simplemente diles que tienes algo que decir y empieza a rodar. Si lo que dices sale de tu corazón, el proceso de curación comenzará inmediatamente.
4-Date un respiro manteniendo la autocompasión
Somos brutales con nosotros mismos. Criticamos, juzgamos y etiquetamos. Convertimos la culpa en vergüenza a través de nuestro propio discurso de juicio. Nos arrestarían si tratáramos a los demás como a menudo nos tratamos a nosotros mismos.
Prueba esta técnica para ayudarte a ser más empático y compasivo contigo mismo: Ponte en el papel de madre o padre para ti mismo. Nadie tiene más empatía y compasión que un padre amoroso. Empezarás a decirte a ti mismo cosas como: «Eres una buena persona, eres humano y cometiste un error, así que hazlo bien y todo saldrá bien»
La capacidad de mirar una situación desde otra perspectiva es increíblemente poderosa. Desencadena una serie de emociones completamente diferentes, y es la base de la empatía que necesitas para ser más fácil contigo mismo y avanzar en el crecimiento.
5-Denuncia tu culpa etiquetándola
La psicología moderna utiliza una técnica llamada «etiquetado». Probablemente hay muchos nombres para ella, pero la idea es simplemente estar atento a tus pensamientos y emociones e identificar cuando estás sintiendo culpa. Esta técnica se utiliza con gran éxito entre los pacientes que sufren de TOC, síndrome de Tourette, depresión y muchas otras condiciones mentales. Sin duda, puede utilizarse para ayudar a gestionar tu sentimiento de culpa.
Si nunca has hecho esto, lo que voy a decir puede parecer una locura. Sin embargo, créeme: si lo practicas y perfeccionas, entenderás su poder. El simple acto de reconocer y etiquetar el pensamiento hace algo muy importante: te separa de tu pensamiento. Ya no te identificas con el pensamiento, sino que lo ves como lo que es: un sentimiento que reside en tu mente pero que no te define.
La próxima vez que sientas culpa (o cualquier emoción negativa, en realidad), prueba esta sencilla técnica. Esté presente y dígase a sí mismo: «Lo que estoy sintiendo es culpa», y simplemente permítase estar con ella y observarla durante unos momentos. Si no haces nada más que esto, habrás mitigado en gran medida las posibilidades de que la culpa se convierta en vergüenza, sólo por separarla de tu propio sentido de identidad. Si quiere ir un paso más allá, puede decirse a sí mismo: «Ahora no necesito la culpa, así que voy a dejarla ir», y luego imaginar que el pensamiento se aleja flotando en el espacio.
La persona media está en la tierra durante aproximadamente 6 millones de segundos. Cada día, engullimos 86.400 de ellos, un tercio de los cuales los pasamos durmiendo. Cada momento que vivimos con una culpa innecesaria es un momento que nunca recuperaremos. Son momentos que nunca se pueden disfrutar y durante los cuales no se puede realizar ninguna acción intencionada. Gestiona la culpa en tu vida, y empieza a recuperar esos preciosos momentos que tienes.