De todas las glándulas salivales, la parótida es la más comúnmente afectada por un proceso inflamatorio. Las infecciones de la glándula parótida van de agudas a graves. La evaluación del proceso de la enfermedad debe diferenciar la infección primaria local de la parótida de la infección sistémica cuando esta glándula también está afectada como parte de una condición inflamatoria generalizada. La parotitis vírica puede estar causada por paramixovirus (paperas), el virus de Epstein-Barr, el virus Coxsackie y los virus de la gripe A y parainfluenza. La parotitis supurativa aguda suele estar causada por Staphylococcus aureus, especies de Streptococcus y, en raras ocasiones, por bacterias gramnegativas. Recientemente se ha reconocido que las bacterias anaerobias, sobre todo las especies de Peptostreptococcus y Bacteroides, y las especies pigmentadas de Porphyromonas y Prevotella son una causa importante de esta infección. En casi tres cuartas partes de los pacientes se pueden aislar organismos productores de betalactamasas. Los factores que predisponen a las infecciones supurativas son la deshidratación, la desnutrición, las neoplasias orales, la inmunodepresión, la sialolitiasis y los medicamentos que disminuyen la salivación. El pus, aspirado de un absceso parótico supurativo, debe ser colocado en medios que favorezcan el crecimiento de bacterias aerobias y anaerobias, micobacterias y hongos. Una terapia antimicrobiana temprana y adecuada puede prevenir la supuración. Puede ser necesario un tratamiento empírico inicial dirigido contra las bacterias aerobias y anaerobias hasta que se disponga de un diagnóstico causal específico. El drenaje quirúrgico puede estar indicado cuando se ha formado pus. Esto puede prevenir complicaciones y facilitar la recuperación.