La participación de numerosos médicos alemanes en experimentos médicos criminales con los prisioneros de los campos de concentración fue un caso especialmente drástico de atropello de la ética médica. Los iniciadores y facilitadores de estos experimentos fueron el Reichsführer SS Heinrich Himmler, junto con el SS-Obergruppenführer Ernst Grawitz, médico jefe de las SS y de la policía, y el SS-Standartenführer Wolfram Sievers, secretario general de la Asociación Ahnenerbe (Herencia Ancestral) y director del Instituto de Investigación Científico-Militar de las Waffen SS.
La SS-WVHA (Oficina Económica y Administrativa Principal de las SS, a cargo de los campos de concentración desde marzo de 1942) tenía autoridad administrativa y financiera. El apoyo en forma de estudios analíticos especializados procedía del Instituto de Higiene de las Waffen SS, dirigido por el SS-Oberführer Joachim Mrugowsky, doctor en medicina y profesor de bacteriología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Berlín.
Los experimentos se planificaban al más alto nivel para satisfacer las necesidades del ejército (algunos estaban destinados a mejorar el estado de salud de los soldados) o los planes de posguerra (incluyendo la política demográfica), o para reforzar las bases de la ideología racial (incluyendo el avance de las opiniones sobre la superioridad de la «raza nórdica»). Aparte de los experimentos planificados al más alto nivel, muchos médicos nazis experimentaron con prisioneros en nombre de empresas farmacéuticas o institutos médicos alemanes. Otros lo hicieron en pos de sus intereses personales, o para avanzar en sus carreras académicas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los médicos nazis complacieron las expectativas de los dirigentes del Tercer Reich apoyando las políticas demográficas del régimen. Iniciaron una amplia investigación sobre métodos de esterilización masiva que se aplicarían a los pueblos considerados de categoría inferior.