En diciembre de 1941, Japón, que ya estaba en guerra con China, atacó territorios británicos, holandeses y estadounidenses en Asia y el Pacífico. En junio de 1942, las conquistas japonesas abarcaban una vasta zona del sudeste asiático y el Pacífico occidental. Bajo la ocupación japonesa, los prisioneros de guerra y los civiles esclavizados fueron obligados a trabajar para sus captores en condiciones duras y a menudo inhumanas.
Se libraron una serie de batallas terrestres en China, Birmania y Nueva Guinea. Aunque Japón logró los primeros éxitos, sus recursos se vieron desbordados. En cambio, Estados Unidos fue capaz de movilizar enormes recursos económicos para intensificar sus esfuerzos, comenzando por los desembarcos anfibios en el Pacífico. Tokio y otras ciudades japonesas sufrieron una destrucción sin precedentes por los bombardeos convencionales. Finalmente, tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y después de la intervención soviética, Japón se rindió en agosto de 1945.
La ocupación japonesa aceleró el fin del colonialismo europeo y el ascenso del comunismo en Asia, mientras que la ocupación estadounidense de posguerra transformó la sociedad japonesa.