«Damos forma a nuestras herramientas y, a partir de ahí, nuestras herramientas nos dan forma a nosotros»
Marshall McLuhan
El aspecto más desafiante sobre la innovación tiene su origen en un concepto llamado fijeza. La fijeza es la incapacidad de darse cuenta de que algo que se sabe que tiene un uso particular también puede utilizarse para realizar otras funciones. Cuando uno se enfrenta a un nuevo problema, la fijeza bloquea la capacidad de utilizar viejas herramientas de forma novedosa.
El psicólogo Karl Duncker acuñó el término fijeza funcional para describir las dificultades en la percepción visual y la resolución de problemas que surgen cuando un elemento de toda una situación tiene una función (fija) que debe cambiarse para hacer la percepción correcta o para encontrar soluciones. En su famoso «problema de las velas», la situación estaba definida por los objetos: una caja de velas, una caja de chinchetas y una caja de cerillas. La tarea consistía en fijar las velas en la pared sin ningún elemento adicional. La dificultad de este problema surge de la fijación funcional de la caja de velas. Es un contenedor en la situación del problema, pero debe utilizarse como estante en la situación de la solución.
Roni Horiwitz, del S.I.T., lo expresa de esta manera: «Es casi imposible que el cerebro humano produzca un pensamiento realmente fresco y único. Cada pensamiento, opinión o idea está de alguna manera conectada a conceptos anteriores almacenados en el cerebro.» Por eso, a menudo somos incapaces de ver la solución a un problema aunque la tengamos delante. Estamos demasiado conectados a lo que conocíamos anteriormente. No sólo no podemos dejarlo pasar, sino que nos esforzamos por anclar alrededor de él para explicar lo que está pasando.
La fijación es insidiosa. Afecta a cómo pensamos y vemos prácticamente todas las partes de nuestra vida. En el trabajo, tenemos fijación sobre nuestros productos y servicios, nuestros clientes y competidores, y nuestras oportunidades futuras. La forma más perjudicial de fijación es cuando nos quedamos atascados en nuestro modelo de negocio actual. No podemos ver más allá de lo que funciona hoy. Dejamos de cuestionar nuestros supuestos. Seguimos creyendo que lo que antes era cierto sigue siéndolo. Al final, este punto ciego perpetuo es lo más peligroso para nuestro potencial de innovación.
Los clientes también tienen fijación. Los clientes tienen una visión limitada del futuro, tienen nociones muy arraigadas de cómo funciona el mundo y sufren el mismo punto ciego que nosotros. Sin embargo, seguimos buscando la «voz del cliente» como si una intervención divina fuera a romper esta fijeza para que puedan ofrecer nuevas ideas.
Afortunadamente, hay una manera de abordarla. La manera de romper la fijeza es utilizar herramientas y principios de innovación estructurados que te hagan ver los problemas y las oportunidades de nuevas maneras. Recuerda la clásica cita de Will Rogers:
«No es lo que no sabes lo que te va a atrapar. Es lo que sabes lo que no es»
¿O fue Mark Twain?
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