Si el conocimiento es poder, la clave del poder está en desvelar los secretos. Durante miles de años se han utilizado claves para ocultar esos secretos de las miradas indiscretas en un juego del gato y el ratón de codificadores contra descifradores. Estos son algunos de los códigos más famosos de la historia.
El turno César
Nombrado así en honor a Julio César, que lo utilizaba para codificar sus mensajes militares, el turno César es lo más sencillo que puede haber en un cifrado. Lo único que hay que hacer es sustituir cada letra del alfabeto desplazándola a la derecha o a la izquierda un número determinado de letras. Hoy en día, podemos descifrar este código mientras dormimos, pero los antiguos descifradores tardaron 800 años en aprender a descifrarlo, y casi otros 800 años en idear algo mejor.
El disco de Alberti
En 1467, el arquitecto Leon Battista Alberti describió un curioso dispositivo. Se trataba de un disco formado por dos anillos concéntricos: el anillo exterior grabado con un alfabeto estándar, y el anillo interior, grabado con el mismo alfabeto pero escrito fuera de orden. Girando el anillo interior y haciendo coincidir las letras a través del disco, se podía descifrar un mensaje, letra a letra, de una manera diabólicamente compleja.
El cuadrado de Vigenère
Este cifrado del siglo XVI utiliza una palabra clave para generar una serie de diferentes desplazamientos del César dentro del mismo mensaje. Aunque es sencillo de utilizar, este método de codificación resistió todos los intentos de descifrarlo durante más de 300 años, lo que le valió el apodo de «le chiffre indéchiffrable»: el cifrado indescifrable.
La inscripción de Shugborough
En el monumento a los pastores de la mansión de Shugborough, en Staffordshire, un artesano desconocido grabó ocho misteriosas letras -OUOSVAVV- entre otras dos letras, la D y la M. Miles de aspirantes a descifradores de códigos, entre ellos Charles Darwin y Charles Dickens, han buscado sin éxito el significado de esta inscripción. Más recientemente, algunos han afirmado que esta cifra apunta a la ubicación oculta del Santo Grial.
El manuscrito Voynich
Este extraordinario códice del siglo XV está lleno de extrañas ilustraciones y escrito en un alfabeto único que nadie ha identificado. A día de hoy, no estamos seguros de si el manuscrito contiene valiosos secretos, los desvaríos de un loco o simplemente es un engaño de hace siglos.
Jeroglíficos
Cuando no queda nadie que sepa leer una lengua, ésta se convierte en un código secreto propio. Eso es exactamente lo que ocurrió con los jeroglíficos del antiguo Egipto. Estos bellos e icónicos caracteres desconcertaron a los lingüistas durante siglos, hasta que las tropas de Napoleón descubrieron la Piedra de Rosetta, que permitió a los estudiosos emparejar los jeroglíficos con las palabras griegas conocidas, dándonos la clave para entender la lengua y la cultura de una de las mayores civilizaciones de la historia.
La máquina Enigma
Este infame dispositivo de codificación nazi podía parecer una máquina de escribir, pero en su interior se escondía el más complejo sistema criptográfico de rotores y engranajes jamás ideado. Los descifradores de códigos aliados -entre ellos el genio británico Alan Turing y su equipo de Bletchley Park- trabajaron día y noche durante años, construyendo máquinas llamadas bombas para descifrar los mensajes militares de los alemanes. Se calcula que sus esfuerzos acortaron la guerra hasta en dos años, salvando millones de vidas.
Kryptos
En 1990, la CIA burló a sus propios analistas instalando una escultura con un complejo código de cuatro partes en los terrenos de su sede de Langley. Hasta la fecha, sólo se han resuelto tres de las cuatro partes. Si busca un trabajo como descifrador de códigos, intente descifrar el último, siempre que no le importe recibir la visita de los Hombres de Negro…
Encriptación RSA
Durante la mayor parte de nuestra historia, los cifrados requerían que tanto el codificador como el descodificador tuvieran la misma clave para descifrarlo. Pero en la década de 1970, los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts encontraron una forma de codificar mensajes de forma segura sin compartir la clave de antemano. Este tipo de seguridad, denominada criptografía de clave pública, protege hoy la mayoría de las comunicaciones electrónicas. No se sabe si se puede descifrar, pero si se descubriera una forma, ¡sería dueño de casi todo lo que hay en Internet!
Las placas Pioneer
Nuestro código final es el que enviamos a otros -y me refiero realmente a otros-. Adheridas a las naves espaciales Pioneer 10 y 11, estas placas de aluminio dorado nos representan a nosotros, a nuestro sistema solar y a nuestra ubicación en el universo, y están codificadas con una de las propiedades del hidrógeno como clave para descifrar nuestro mensaje. Al viajar por la inmensidad del espacio, es poco probable que alguna civilización extraterrestre descubra estas sondas. Pero si lo hacen, les habremos transmitido nuestro amor por el conocimiento, y los secretos que utilizamos para ocultarlo.
Kevin Sands es el autor de The Blackthorn Key, sobre un joven boticario llamado Christopher Rowe que debe descifrar un código para frustrar un asesinato. Descubre más sobre Kevin Sands y su libro en su página de Facebook. Compra La llave de Blackthorn en la librería de The Guardian.
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