(1868-1912). El reinado del emperador Meiji y el comienzo del período moderno de Japón. Comenzó el 23 de octubre de 1868, cuando el emperador Mutsuhito, de 16 años de edad, eligió el nombre de la era «Meiji» («gobierno ilustrado») para su reinado; por ello, el propio emperador es conocido póstumamente como Meiji. El periodo comenzó con el colapso del shogunato Tokugawa y las amplias reformas que conllevó la Restauración Meiji; le siguió el periodo Taishï¿ (1912-26). El periodo Meiji supuso la transformación de Japón de un sistema de gobierno feudal a un estado industrial moderno, así como su salida del aislamiento para entrar en las filas de las principales potencias mundiales. Durante los primeros años del periodo Meiji, se abolieron los dominios feudales, se eliminó la clase samurái, se implantó un programa de educación nacional y se transformaron las principales instituciones (ejército, banca, producción industrial, impuestos, etc.) siguiendo modelos occidentales. En 1889 se aprobó una nueva constitución. La constitución invistió al emperador de plena soberanía, declarándolo «sagrado e inviolable». Sin embargo, a pesar de su énfasis en el emperador, la constitución supuso un verdadero paso hacia la participación popular. Las victorias de Japón en la guerra chino-japonesa (1894-95) y en la guerra ruso-japonesa (1904-05), junto con la anexión de Taiwán (1895) y Corea (1910), supusieron el reconocimiento internacional de la esfera de hegemonía de Japón en el noreste de Asia. Pero con la incursión del liberalismo occidental y el temor a los disturbios en los centros urbanos ahora industrializados, los líderes Meiji empezaron a centrarse en mantener las instituciones «tradicionales» de Japón. El emperador Meiji, ahora asociado al éxito en la guerra y siempre símbolo de la modernización, fue por tanto elevado a nuevas cotas de reverencia. Los libros de texto de la asignatura de ética del sistema escolar obligatorio destacaban cada vez más a los héroes nacionales y militares como modelos. Los sistemas familiares, establecidos formalmente por un suplemento de 1898 al Código Civil, tomaron a la familia samurái como norma para toda la nación. La mancomunidad se describía ahora como un «estado familiar» en el que las lealtades políticas y familiares se reforzaban mutuamente. El Ministerio del Interior se comprometió a poner el culto autóctono del sintoísmo al servicio del gobierno. El periodo Meiji dejó así a las sucesivas generaciones de japoneses una herencia ambigua. A la muerte del emperador, en 1912, Japón era un modelo de modernización rápida y ampliamente exitosa. En menos de medio siglo había pasado de ser una sociedad aislada y semifeudal a un estado moderno que se había asegurado un lugar destacado en la comunidad mundial. Al mismo tiempo, la rapidez de este cambio había dejado sin resolver una serie de difíciles problemas sociales y una tendencia hacia soluciones autoritarias que amenazaban su incipiente orden constitucional. Las interpretaciones de los historiadores sobre el periodo Meiji, por tanto, varían según su valoración de los elementos conflictivos del legado Meiji; son unánimes, sin embargo, en considerarlo como la base de la experiencia moderna de Japón. (adaptado de Japan: An Illustrated Encyclopedia. Tokio: Kodansha, 1993)