El resentimiento puede empezar a amenazar la supervivencia de su relación sin que ninguno de los dos lo sepa y sin que ninguno de los dos haya hecho nada malo. Se empiezan a forjar cadenas de resentimiento cuando uno de los dos, sin querer, deja que su interés por el otro disminuya. Eso no es difícil de hacer, ya que el interés, dejado por sí mismo, disminuye naturalmente con la familiaridad.
La novedad estimula el interés; una vez que algo se vuelve familiar, tienes que trabajar para mantenerlo. Muchas personas no entienden esto; creen que si sus parejas están menos interesadas significa que hay algo malo en la relación. La verdad es que, con el tiempo, la familiaridad de experimentar la misma cosa buena una y otra vez hará que se pierda el interés en ella.
Si la disminución del interés es igual en ambas partes, la pareja tiene una buena oportunidad de seguir conectada, ya que ponen más energía en cosas que apoyan indirectamente la relación, como el trabajo, los hijos y las redes sociales. Desgraciadamente, la disminución del interés rara vez es igual.
Para entender los dolorosos efectos de que una de las partes pierda el interés, piensa en alguna ocasión en la que hayas querido hablar o hacer algo con tu pareja pero no hayas podido captar su interés, o peor aún, que ella haya perdido el interés mientras tú estabas hablando o haciendo lo que querías hacer. Tu respuesta emocional visceral fue el rechazo, que estimuló la vergüenza o el miedo al aislamiento. Como se trata de experiencias tan dolorosas, es probable que las evites cambiando el interés por otra cosa o, más comúnmente, con culpa y resentimiento. El problema es que la disminución del interés puede ser tan sutil que las parejas no se dan cuenta de lo que les está ocurriendo, hasta que la cadena de resentimiento, que se acumula sobre todo bajo el radar, ahoga la vida de su relación.
Dos para el balancín
Imagina un balancín con el miedo y la vergüenza -casi siempre expresados en las relaciones como resentimiento- en un extremo, y el interés, la compasión y la sintonía emocional (conexión) en el otro. Cuando el interés, la compasión y la sintonía bajan, el miedo, la vergüenza y el resentimiento suben. A medida que el interés, la compasión y la sintonía suben, el miedo, la vergüenza y el resentimiento bajan.
La mejor manera de aligerar la carga del resentimiento es aumentar la sintonía. Y la mejor estrategia para hacerlo es centrarse en la compasión. Ahora bien, este es tu dilema: te quedas atrapado en el lado equivocado del balancín porque, cuando estás resentido, quieres que tu pareja muestre compasión por ti. (Sí, realmente quieres que tu pareja se preocupe por cómo te sientes más que por hacer lo que quieres). El problema es que no es probable que recibas compasión cuando estás resentido. Si alguna vez has intentado mostrar compasión a una persona resentida, sabes que no es fácil. Esto se debe a que el resentimiento nos insensibiliza al mundo interno de los demás. Nos sentimos tratados injustamente y no nos importa cómo se sienten. Así que nos quedamos atascados diciendo: «A mí no me importa cómo te sientes tú, pero a ti te tiene que importar cómo me siento yo»
Las parejas pasan por alto lo absurdo del resentimiento porque sucumben al impulso de justificarlo señalando lo injusto que es el otro. Convencidos de que tienen derecho a sentirse resentidos y a expresarlo (lo que sólo les hace estar más resentidos), pasan por alto el triste hecho de que su resentimiento les ha hecho tan insensibles como la pareja a la que resienten.
Si quieres inclinar el balancín a favor de la conexión, debes ser la primera persona de tu relación en sustituir el resentimiento por la compasión. Así es como escapas de la impotencia de la reactividad y te das cuenta del verdadero poder de la fidelidad a tus valores más profundos.
Poder de la compasión