Inflexibilidad. Los estudiantes que sobresalen en el aula pueden no rendir bien en las pruebas debido a la ansiedad, la falta de familiaridad con el formato de la prueba, los asuntos familiares, los problemas de salud, las barreras lingüísticas u otras condiciones comunes. Los exámenes no tienen en cuenta los problemas personales.
Pérdida de tiempo. Debido a la enorme importancia que se da a las puntuaciones altas en los exámenes, los profesores se ven obligados a dedicar una cantidad desmesurada de tiempo a enseñar los temas específicos que se garantizan en el examen. Esto deja menos tiempo para la creatividad y el aprendizaje personalizado.
No mide el progreso. Un examen estandarizado se realiza una vez al año. Esto no proporciona ninguna medición del progreso. Muchos creen que el éxito de un estudiante debe basarse en su nivel de crecimiento desde el principio hasta el final del año escolar.
Estrés. Tanto los profesores como los alumnos sienten el estrés de los exámenes estandarizados. Los puestos de trabajo de los profesores están en juego. La capacidad de los estudiantes para ir a la universidad o incluso para graduarse está en juego, todo ello basado en un par de horas de intensa presión.
Política. Con las escuelas públicas y concertadas compitiendo por los fondos, los exámenes estandarizados se convierten en un factor de peso. Muchas personas afirman que los políticos utilizan las puntuaciones de los exámenes para promover su propia agenda política.
El debate sobre los exámenes estandarizados lleva años y continuará mientras existan. Sin embargo, hasta que una alternativa asequible y realizable sea lo suficientemente convincente como para cambiar la legislación actual, seguirán siendo la norma en las aulas de todo Estados Unidos.