A diferencia de los escáneres y análisis de sangre que se realizan con un médico, los profesionales orientales se basan más en la conversación y el tacto para encontrar la raíz de la infertilidad. Es posible que estudien su lengua (un mapa del interior del cuerpo en la medicina china), tomen nota de su complexión, comprueben la «calidad» de su pulso (es decir, si es agudo, suave o entrecortado, lo que podría indicar una deficiencia de sangre o estasis sanguínea) o hagan preguntas aparentemente extrañas como: «¿Se siente aletargada cuando llueve o hay humedad?». (Si es así, eso indica que podrías padecer «humedad», una patología que, según los médicos orientales, puede inhibir la fertilidad al obstruir el flujo de Qi hacia el útero, explica Wasfie). «El objetivo es llevar el cuerpo a la homeostasis, o equilibrio, para que pueda llevar a cabo sus funciones naturales».
Para Shannon Terschluse, de 30 años, que buscó un acupuntor especializado en fertilidad después de siete meses intentando concebir (y soportando ciclos menstruales largos e imprevisibles), las sesiones le ayudaron a ponerse en contacto con su cuerpo. «No había un momento del día en el que no pensara en mis ciclos. Recibía consejos y declaraciones contradictorias de muchas personas diferentes sobre cómo quedarse embarazada. Lo que quería era una persona que tuviera su dedo en el pulso de mi ciclo y pudiera decirme cuándo debía ir a casa y tener relaciones sexuales». Después de revisar los datos de los kits de seguimiento de la temperatura y de predicción de la ovulación con su acupunturista, y de seguir un programa constante de dos o tres sesiones de acupuntura a la semana, los ciclos de Terschluse se normalizaron. «Lo que más me alivió fue que la acupuntura era un momento para reagruparse y reflexionar: mi teléfono permanecía apagado, las luces eran tenues y me limitaba a escuchar la máquina de sonido o a echarme una siesta». Cuatro meses después consiguió justo lo que había estado esperando.
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