Primeros personajes
En el primer libro de Christie, The Mysterious Affair at Styles (1920), presentó a uno de sus dos detectives más conocidos, Hercule Poirot. El personaje de Poirot también deja clara la deuda de Christie con el escritor de misterio Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), creador del detective de ficción Sherlock Holmes. Al igual que Holmes, Poirot es un portavoz comprometido y convincente de un enfoque racional (razonado y sin emociones) para resolver los misterios. (Poirot confía en las «pequeñas células grises» de su cerebro). El amigo y compañero de Poirot, el capitán Hastings, también
Cortesía de la
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Mientras escribía imitando a Conan Doyle, Christie experimentó con muchas otras versiones del detective, término que designa a un detective o solucionador de misterios. Algunos de los primeros detectives de Christie fueron el matrimonio Tuppence y Tommy Beresford, cuya especialidad era la caza de espías. Los Beresford aparecieron por primera vez en su libro El adversario secreto (1922), en el que su enfoque despreocupado y casi improvisado de la detección contrastaba con los métodos de Poirot. Otro detective de Christie, el coronel Race -un hombre misterioso de pocas palabras- apareció por primera vez en El hombre del traje marrón (1924). Sin embargo, como su principal área de actividad estaba en las colonias inglesas (territorios entonces bajo control del gobierno británico), Christie sólo lo utilizó ocasionalmente después.
El superintendente Battle, que era fuerte, fiable y trabajador, entró en escena en El secreto de las chimeneas (1925) y más tarde resolvió El misterio de las siete esferas (1929). Sin embargo, no era un personaje muy atractivo, por lo que Christie sólo lo utilizó como personaje secundario después. Otros detectives que aparecieron por primera vez durante este período experimental fueron la extraña pareja de Harley Quin y el Sr. Satterthwaite, así como el inteligente Parker Pyne. Pyne no se especializaba en resolver asesinatos, sino en influir en la vida de los demás para traerles felicidad o aventuras. Pyne solía tener la suerte de contar con la ayuda de la señora Ariadne Oliver, una escritora de novelas de misterio que guardaba un asombroso parecido con su creadora, Agatha Christie.