Declarar el fin de la guerra de Corea

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El presidente Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong Un podrían acordar en su cumbre de esta semana en Hanói, Vietnam, declarar el fin de la guerra de Corea. Dado que este conflicto terminó hace 66 años, ¿cuál sería el impacto práctico de dicha declaración? Militarmente, probablemente poco o nada, pero políticamente podría ser significativo.

Los combates en Corea se prolongaron desde 1950, cuando Corea del Norte, bajo el mando del abuelo de Kim Jong Un, invadió el Sur, hasta 1953, cuando un general estadounidense y otro norcoreano firmaron un armisticio o acuerdo de alto el fuego en nombre de todos los participantes de ambos bandos. Al año siguiente se convocó una conferencia para negociar un tratado de paz, pero no dio ningún resultado. Y el conflicto nunca ha concluido formalmente.

Ahora parece que los dos gobiernos coreanos están dispuestos a dejar de lado las diferencias, al menos temporalmente, para declarar definitivamente terminado el conflicto de 1950-53.

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El principal obstáculo para un acuerdo de paz ha sido la negativa de ambas Coreas a reconocer la legitimidad de la otra, y sus diferentes puntos de vista sobre el camino hacia una eventual reunificación. Corea del Norte también ha insistido en que todas las fuerzas estadounidenses deben marcharse como parte de cualquier acuerdo de paz. Ahora parece que los dos gobiernos coreanos están dispuestos a dejar de lado estas diferencias, al menos temporalmente, para declarar definitivamente terminado el conflicto de 1950-53.

Los defensores de esta medida, entre los que se encuentran los líderes surcoreanos, creen que una declaración de paz actuará como medida de confianza y facilitará la desnuclearización y otras medidas de control de armas en la península coreana. Los críticos en Corea del Sur y Estados Unidos temen que declarar el fin de la guerra debilite la justificación de la presencia militar estadounidense y cree una falsa sensación de optimismo sobre la resolución de las amenazas reales a la paz que suponen las armas nucleares, químicas y convencionales de Corea del Norte y su comportamiento a menudo provocador. Estos críticos se preocupan no sólo por el efecto de una declaración de paz en la opinión de Corea del Sur, sino también por la voluntad de Trump de mantener un compromiso militar que a menudo caracteriza como excesivamente caro.

La paz será difícil y llevará mucho tiempo

El presidente Trump y su equipo negociador, por su parte, parecen ver una declaración de paz como un componente de coste relativamente bajo de una contrapartida por los pasos de Corea del Norte hacia la desnuclearización, para incluir el desmantelamiento de algunas instalaciones nucleares. Reconocen los riesgos, pero los consideran menos costosos que relajar el régimen de sanciones a cambio de que Corea del Norte dé pasos parciales hacia la desnuclearización, como preferiría Kim.

Si Trump y Kim se ponen de acuerdo, es probable que la declaración de paz sea emitida también por China y Corea del Sur. Por sí sola, dicha declaración no tendrá ningún efecto en el equilibrio militar ni en las disposiciones del acuerdo de 1953 que estableció la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas.

Si va acompañada de un llamamiento a negociar un tratado de paz real, entonces se podría ver eventualmente el armisticio sustituido por una cierta normalización de las relaciones entre las dos Coreas y quizás entre Corea del Norte y Estados Unidos. Pero tales pasos serán difíciles y tardados de negociar, por lo que no será un resultado inmediato, ni siquiera temprano, de la cumbre Trump-Kim.

James Dobbins, miembro senior de la Corporación RAND, fue delegado de Estados Unidos en las conversaciones de paz de Vietnam en 1968, enviado especial del presidente George W. Bush para Afganistán después del 11-S, y representante especial del presidente Barack Obama para Afganistán y Pakistán de 2014 a 2015.

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